sábado, 23 de junio de 2012

CURRO, EL BETIS, EL PUERTO Y LA ROJA

Hay gente que sólo es aficionada al fútbol cuando juega la selección española. Yo reconozco que a mí me pasaba lo mismo. Y de esto no hace tanto. Hasta el mundial de 2006 y el cabezazo de Zidane a Materazzi, hace apenas 6 años, yo no estuve en disposición de vivir una competición internacional de combinados nacionales con tanta desazón. Porque nos eliminaron con argucias arbitrales, de las que tanto me han irritado las últimas temporadas.
            Apenas dos años antes me había empezado a gustar el fútbol. A gustar de verdad, quiero decir. Fue en 2003 ó 2004 cuando el Puertollano Industrial, antes Calvo Sotelo, después Unión Deportiva Puertollano, o algo así, dejó de ser una obligación como minero para ser una pasión irracional y maravillosa.
            Entonces yo trabajaba en la radio, y si me invitaban a ver un partido de fútbol me resistía como una anguila a la que van a cocer con patatas. Lo más cerca que había estado del balompié fue a través de los toros.
Y hablando de toros, tampoco me gustaron siempre. A pesar de pertenecer a una familia y ser digno hijo de un padre que pudo ser banderillero o torero con los grandes de Puertollano, Joselillo y Borreguero, a mí me dio por ser defensor de los animales -y que conste que lo sigo siendo- y oponerme a la fiesta nacional. Fue cuando tenía quince años y jamás había visto una corrida completa. Pero durante una tarde de empapelar mi casa, con mi madre y mi tía peleándose con la cola y el papel pintado, me quedé viendo un encierro de Victorino en Las Ventas. Toreaban Ruiz Miguel, Palomares y Esplá. Y me enamoré. Me pareció algo sublime y terrible que no puedo comprender ni intentaré defender. Pero me quedé enganchado para siempre al arte de Cúchares.
Y por ahí, me fui interesando por la fiesta y la belleza, la sangre y la muerte. La vida por encima de todo. Y conocí a Curro Romero y me hice seguidor apasionado del Faraón de Camas y, claro está, desde entonces soy del Betis manque pierda. Aunque siempre preferiré que gane.
Pero eso no me hizo ser aficionado al fútbol. Tendrían que pasar 25 años más para ser capaz de ver un encuentro de hora y media, siempre que no hubiera prórrogas ni penaltis. Y apareció Chinín. Y José Antonio Caballero que me convenció, más por la fiesta que por la razón, de ser socio del Fondo Marcador a base de las magníficas tapas del Munich.
Recuerdo las noches en El Punto, El Almacén y el Sarao (o el Centro) herederos de la antigua Nausicaa, en las que Jesús Fabián Caballero Buendía me hizo de su Puerto ya para siempre. Y a partir de ahí, aquellas noches de anti fútbol se me hicieron distintas y maravillosas. Y empecé a decir, en la radio, aquello de “Nunca sin Chinín”, que nunca sabré si le perjudicó o le benefició. Pero es que uno es absolutamente sanguíneo y se deja llevar del cariño impenitente de la amistad. Hay una parte de mi familia que no me toca nada. Pero les llamo primos y primas y les siento casi como tales.
De la roja, sin embargo, tengo otros recuerdos. Son los de la familia unida, la de verdad. Recuerdo, hace no sé cuántos años, los goles contra Malta. El partido de fútbol celebrado el 21 de diciembre de 1983 entre las selecciones de España y Malta, que concluyó con un resultado de 12-1 a favor de los locales, supuso la clasificación de España para la Eurocopa de 1984 y está considerado como uno de los encuentros más importantes en la historia del fútbol español.[][] El encuentro se celebró en el estadio Benito Villamarín de Sevilla, ante 30.000 espectadores. En el estadio del Betis, al que acababa de hacerme fiel devoto.
La fase de clasificación para la Eurocopa estaba compuesta por siete grupos, y el líder de cada uno de ellos entraba en la fase final. A falta de una jornada, España era segunda y necesitaba ganar en el último partido a Malta por 11 goles o más, única posibilidad que tendrían para superar a Países Bajos en la clasificación final. Si se producía una victoria por menos de ese tanteo, los españoles y neerlandeses empataban a puntos, pero se clasificarían sus rivales al contar con una diferencia de goles mayor. Aunque los medios de comunicación españoles calificaron la remontada de imposible,[] España ganó 12-1 y se clasificó para la Eurocopa de 1984,[] en la que quedó finalista.
Y allí estábamos, en mi casa, después de una espléndida matanza, con no sé cuantos primos, primas, amigos, vecinos y hasta gente que no conocía del todo. Y recuerdo que mi hermano Antonio, que tenía apenas año y medio, iba cantando los goles al tiempo que nosotros celebrábamos esas fechas tan próximas a la Navidad. Estaba mi hermana Mila, mis tíos Benjamín y Lola, mis abuelos Vicente y María. Estábamos todos y éramos felices. []
El España-Malta de 1983 fue un punto de inflexión para la selección española.[] Anteriormente, la organización del Mundial de 1982 y el mal papel de España como anfitrión había perjudicado a la imagen del combinado nacional, por lo que la victoria fue un bálsamo para los aficionados y futbolistas españoles.[] A partir del partido frente a Malta, los españoles se han clasificado para campeonatos mundiales y Eurocopas en la mayoría de ocasiones.
Yo recuerdo que entonces, como ahora, la Roja me hace recordar cuando estábamos todos, cuando seguramente éramos más felices o, simplemente, lo creíamos. Suerte, España, suerte en todos los sentidos. No creo que el fútbol de la selección sea un anestésico para todos los problemas que tenemos. Pero nos merecemos una alegría. De corazón, la deseo.