viernes, 30 de septiembre de 2011

Sonatilla otoñal

Me ilusiona pensar que ya no estoy pensando
y me asombra la fuerza con que me contradigo.
El porvenir y el mundo me parecen absurdos
por no poder dejarte, ni abrazarte, ni verte.

Bajo la potestad de tus labios no siento
cómo se me pronuncian tus silencios terribles,
ni cómo se almacenan las sombras en mi almohada,
ni cómo se me nublan mis cielos infinitos.

Cuento sílabas, comas, cesuras y hasta acentos,
me pierdo en la certeza de mis alejandrinos
y el corazón se para de lucha y de deseo
mientras la voluntad se cansa de negarte.

Esta razón que muere sin haber existido
tiene colores rancios bajo tu madrugada.
Mi noche no es oscura por tratar de ocultarme,
sino por la impotencia de soñarte y callarlo.

martes, 13 de septiembre de 2011

LAS ROSAS DE LA NECESIDAD

Poemario en memoria de
Milagros Hernández Caballero.
 

 

I

Después de ti el mundo no transcurre
ni se quejan las nubes en la tarde.
Tras el latido último, las sombras
nos anulan la mente,
nos congelan la risa.

Después de ti la noche se hace eterna
y se anegan de lágrimas las manos,
de calor doloroso las mejillas,
de tristeza sin fin,
de amargura terrible.

Después de ti se me agota el destino,
me repudia la vida y me da miedo
no notarte tan cerca como siempre,
no dejarte mis penas,
no prestarte mis ansias.

Después de ti me cansa el horizonte
y no tengo ilusión por lo que viene
por no poder contarte lo que siento,
porque lloro manadas de emociones
por lo que en ti se pierde.

Te echo tanto de menos que no quiero
que se me escape tu retrato en ciernes;
y desgasto tu foto por tocarte,
por verte como eras,
por saberte la misma.

Después de ti no encuentro las palabras
que describan tu vida
de madreselva breve
ni consigo el recuerdo
que me deje pensarte.



II
¿Dónde tu corazón?
¿Dónde sigue latiendo?
¿Dónde tus ojos, dónde
están mirando cosas?
¿Dónde tus entrañas queridas
se quedan enganchadas?
Tus queridas entrañas
y la luz de tus manos...

Todo es ya sólo sombra.
Todo es ya sólo nieve.
Frío dentro de ti...
Vida que sigues dando...

¿Dónde...?




                         III        
Hermana. Amiga mía.
Sol del pan. Sol del sol.
Hermana. Hermana. Mía.

La vida se ha cerrado
con un ruido silente.
La vida, hermana mía,
no te conoce ya.

No sabe que tu fuiste
un revuelo de risas
y un rebaño de lágrimas.
No sabe que soñaste
un viento de vacío.
No sabe que tu pelo
era fuente de noche
y fulgor de cristales.

No te conoce el mundo.
Amiga mía. Hermana.
Y yo tampoco puedo
conocerlo. Tampoco
soy capaz de encontrarle sentido.
Y me pierdo por calles
que antes había pisado
porque no estás, hermana,
en mi casa, conmigo.



IV
¿Cómo saber si existes de otra forma?
Si ya no te sienten mis mañanas
ni te huelen mis manos.
Si no puedo tocarte más que en el sueño,
si no puedo mirarte
ni perderme en tu boca.

Una pared de humo y desmemoria
me oscurece tu imagen.
Sólo puedo notarte cuando olvido
y únicamente el viento
me arrastra tu perfume.

Una venda de precaución inútil
me impide gritar y desgranar tu nombre
en multitud de sílabas.

Muerte de todo,
que sepultas mis rosas necesarias
y la mentira de cualquier creencia.
Deslúmbrame. Revive.
Un instante siquiera.
Que pueda respirarte y que me dejes
hablar a tu silencio irrefutable
y me asombre tu risa nuevamente.



V Copla
Cuerpo que ya no tiembla.
Frío sin sed
y los ojos cerrados,
clavados, clavaditos
en una pared.

Caballos sin espinas.
Rosas sin crin
y un resplandor de besos
de fin a fin.

Alterada la carne.
Rota la sien
y una fiebre de tierra
que se vuelve a caer.
¡Qué suerte que me quieras también!

VI

Una luna errante se me aparece

Y todos los muertos me nacen de nuevo.
La infinitud del mar no es nada
si imagino tus sueños. No es nada
si me vienen los ojos de tus ojos.

Es el dolor atroz que surge tras tus besos,
la caricia sutil que brota de tus árboles.
El lento palpitar de tu pulso de muerta,
acciones inconscientes de sueño sin estrofas.

Sin tu mirada,
que era capaz de consolar
al mismo color negro;
sin la gentil certeza
de ser siempre tú misma,
me quedo minusválido
para cualquier querer.

Hasta que me nazcas otra vez.


      VII FINAL


Pero tú duerme. Olvida.
Reposa dulcemente un descanso sin prisas.
Que las alas doradas de los escarabajos
te conviertan en tierra.
Tierra buena, tan fértil
como los despertares.
Tierra que a mí me sirva
para oler a escondidas.

Duerme.
Transfórmate en un siglo
de velas desplegadas
o en una madrugada sin espuma.
Conviértete en azul,
en flor desmesurada,
en lluvia de calor.

Duerme.
En tu sueño no habrá más despertares.
No habrá más que un diluvio
de frutas sumergidas,
de nostalgias suaves
y de estruendosa paz.

Duerme.
El mundo no transcurre
ni se quejan las nubes a la tarde.
La risa congelada
se disuelve despacio
y se queda entreabierta,
como los pájaros de sílex del pasado.





Duerme.
La vida es un peñón afilado
que corta el cielo de nata
de nuestra primavera desigual.
No te preocupes:
la eternidad se ha comprimido
y es infinitamente breve.
Las sombras nos anulan
y el futuro es delgado y se sostiene
en dos huesos desnudos
que imaginan difícilmente el tiempo.

Duerme.
Un año más, este junio apagado
en dolor de tormentas,
como todos los años
desde que tú naciste,
tengo tu misma edad.

Duerme, Mila.

                      Benjamín Hernández Caballero
                            Junio de 1.998

   

NOTAS:

Esta pequeña colección de poemas, dolorosamente escritos desde noviembre de 1997 hasta junio de 1998, nace en principio como una imposición autónoma que se resuelve en incapacidad. Cada verso, emocionalmente, me costaba muchísimo y los manuscritos, ya destruidos, son una multitud de garabatos y tachones, sobre todo al principio.
         Algunas estrofas de los últimos poemas fueron surgiendo al azar. Un verso hoy, otro el mes siguiente, fueron encadenándose hasta que el tiempo me permitió aliar nuevamente la inspiración oscura con el trabajo y la técnica.
         Mila nació el 28 de mayo de 1966, prematura de peso y al borde de la muerte. Pero diez días después se recuperó y la disfrutamos algo menos de 32 años. Al llevarle yo sólo once meses, desde el 28 de mayo al 17 de junio, teníamos, oficialmente, la misma edad y bromeábamos con la coincidencia. Por eso, la dedicatoria que iba a ir al principio, finalmente se añadió como última estrofa del poemario.
         Para empezar, me hacía falta un verso y no me quedaba satisfecho con cualesquiera de los que iban saliendo. Repasando con unos amigos unos cuantos manuscritos y mecanografías antiguas, me encontré con un verso que, curiosamente, había dedicado a Mila en 1988, para contarle un suceso amoroso. Empezaba: “Después de ti el mundo no transcurre/ ni se quejan las nubes en la tarde...”. Me pareció perfecta la repetición “después de ti”, desarrollándose como una lira desigual, en cuyas rupturas de ritmo (tres endecasílabos – dos heptasílabos, salvo otras conveniencias) tenía la herramienta de expresión que necesitaba.
         Para el final, como amante que soy de los argumentos redondos y dado el tono épico que tiene una elegía por mucho lirismo que le queramos poner, recuperé otra vez los versos del principio (144 y 145) y di por concluida la historia de mi pérdida y mi dolor, que es verdaderamente lo que cuento.
         Como me temía, el estilo de la creación primera era inconexo y heterogéneo, fruto de frases que inventaba y me cautivaban momentáneamente. Eran, sobre todo, preguntas a mí mismo, como las del II poema, basadas en la necesidad que tenía -y tengo-, de saber qué receptor tenía los órganos donados por mi hermana. Este cuestionario breve no se me oculta procedente de las Coplas de Manrique.
         Otro canto fúnebre, esta vez hondo, es la petenera (V), que me salió después de escuchar a Carmen Linares y que no pude resistir, con toda su carga lorquiana, al igual que el “no te conoce el mundo”, fácilmente alusivo al Llanto.
         Sobrinos, si no hijos, de Miguel, son algunos endecasílabos del poema IV. Más antigua es la procedencia de algunos versos del poema VII, final, en los que las alas de los escarabajos y el diluvio de frutas sumergidas brotan del Libro de los Muertos egipcio, como el peñón afilado en que se transforma la pirámide de la vida.
         Todas estas influencias se me aparecen ahora, cuando ya está acabado y leído, pero me resultan influjos queridos de maestros amados y no me apetece renunciar a ellos. En cualquier caso, reconozco la esencial carga emotiva, a pesar, incluso, de la calidad general del poema.      


                           
                            Benjamín Hernández Caballero
                                   Corrección definitiva y redacción
                                   de notas el 24 de junio de 1.998,
                                   tras la noche de San Juan.

domingo, 4 de septiembre de 2011

LOS TÍTULOS DEL AGUA

Ian Gibson habla de Ainadamar, el nombre de una fuente que en árabe significa “manantial de lágrimas”. Y yo me acuerdo de lo bien que suenan ríos y fuentes: Guadalquivir, Duero, Ebro, Guadiana, Turia, Montoro, Sil… Hay que ver con lo toscos que somos los homo sapiens, lo inspirados que hemos estado a veces. En ocasiones, además, el sentido de las voces abunda más aún en lo que estamos diciendo.

La belleza de los topónimos, la mayor parte de las veces, está muy lograda. Sorprende agradablemente que los seres humanos sean tan poéticos al nombrar, sobre todo, ríos y fuentes. Eufónicos y evocadores, los cursos y manantiales de agua se llaman con la voz del corazón.

Lamenta Gibson, una vez más, el asesinato de Lorca, tan cerca de lugares con nombres tan bien puestos. Lástima que a Federico lo mataran. En cualquier parte. No hay excusa por el punto geográfico.

Menos mal que tenemos nombres hermosos en los que dejar a nuestros muertos. En Puertollano, los muertos inocentes y culpables reposan junto al arroyo de la fuente de la Bachillera, en su caminito de plata hacia el río Ojailén. Que a partir de la afluencia del Fresneda, pasa a ser el Jándula. Maravillosas denominaciones del origen de la Humanidad: el Agua.

sábado, 3 de septiembre de 2011

LA PIEL QUE HABITO. La belleza de las obsesiones. La grandeza de Almodóvar.

Que Pedro Almodóvar sigue siendo el más grande, lo demuestra la cantidad de palabras, insultos y loas que se vierten en los medios de comunicación sobre él. Críticos furiosamente en contra o a favor, se devanan los sesos para epatar a sus lectores/oyentes/espectadores con la verborrea más maligna o más benigna. Luego están los comentaristas amateurs que se manifiestan radicalmente en uno u otro sentido. Lo peor es que muchos reconocen que no han visto sus películas o que no piensan verlas.
¿Por qué los que critican a Almodóvar lo hacen sin haber visto la película? Al margen de lo que diga Boyero, que me importa lo mismo que una cacerola de aluminio, ayer tuve la suerte de ver la película. No sólo es arrebatadora, perfecta en lo visual y tremendamente valiente en proponer un argumento imposible, COMO TODOS LOS DE ALMODÓVAR, sino que actores que en otras películas no parecen nadie, aquí crecen y suman de forma extraordinaria. Me entristece que ahora se ofenda e insulte a uno de los creadores más grandes y atrevidos de la historia del cine español, basándose en criterios ajenos al arte del celuloide.
Tranquilos los del sector derecho: no se mete ni con la religión, ni con los fachas, ni con la guerra civil, ni con la cocina española tradicional. Si lo hubiera hecho, tendría todos los fueros a su favor, por supuesto. Antonio Banderas está como nunca, es decir, como siempre que le dirige el calzadeño.
De momento es una gran película. Trasciende totalmente los géneros de los que se le “acusa”: es un thriller, un drama, da a veces miedo y angustia. Te hace reír en un momento dado y hasta puede hablarse de ciencia ficción. Antonio Banderas está como nunca, es decir, como siempre que se pone a las órdenes del calzadeño. Elena Anaya brilla con adoración de la cámara. Marisa Paredes llena los momentos en que aparece.
Y gustos, los habrá de todos los colores. Hay que leer las críticas, pero seguro que muchos cronistas habrán hablado fatal de películas que os han encantado. Id a verla si queréis, pero no habléis con prejuicios. Es de pobres de espíritu y de mente. Lo peorcito.