Que Pedro Almodóvar sigue siendo el más grande, lo demuestra la cantidad de palabras, insultos y loas que se vierten en los medios de comunicación sobre él. Críticos furiosamente en contra o a favor, se devanan los sesos para epatar a sus lectores/oyentes/espectadores con la verborrea más maligna o más benigna. Luego están los comentaristas amateurs que se manifiestan radicalmente en uno u otro sentido. Lo peor es que muchos reconocen que no han visto sus películas o que no piensan verlas.
¿Por qué los que critican a Almodóvar lo hacen sin haber visto la película? Al margen de lo que diga Boyero, que me importa lo mismo que una cacerola de aluminio, ayer tuve la suerte de ver la película. No sólo es arrebatadora, perfecta en lo visual y tremendamente valiente en proponer un argumento imposible, COMO TODOS LOS DE ALMODÓVAR, sino que actores que en otras películas no parecen nadie, aquí crecen y suman de forma extraordinaria. Me entristece que ahora se ofenda e insulte a uno de los creadores más grandes y atrevidos de la historia del cine español, basándose en criterios ajenos al arte del celuloide.
Tranquilos los del sector derecho: no se mete ni con la religión, ni con los fachas, ni con la guerra civil, ni con la cocina española tradicional. Si lo hubiera hecho, tendría todos los fueros a su favor, por supuesto. Antonio Banderas está como nunca, es decir, como siempre que le dirige el calzadeño.
De momento es una gran película. Trasciende totalmente los géneros de los que se le “acusa”: es un thriller, un drama, da a veces miedo y angustia. Te hace reír en un momento dado y hasta puede hablarse de ciencia ficción. Antonio Banderas está como nunca, es decir, como siempre que se pone a las órdenes del calzadeño. Elena Anaya brilla con adoración de la cámara. Marisa Paredes llena los momentos en que aparece.
Y gustos, los habrá de todos los colores. Hay que leer las críticas, pero seguro que muchos cronistas habrán hablado fatal de películas que os han encantado. Id a verla si queréis, pero no habléis con prejuicios. Es de pobres de espíritu y de mente. Lo peorcito.
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