domingo, 14 de agosto de 2011

Epitalamio para Rita María Fernández Iglesias

Benjamín Hernández Caballero

CONCIERTO NUPCIAL MADRILEÑO
PARA RITA MARÍA Y MIGUEL








Alborada

Invitada a cantar
na mañá do matrimonio,
peixes e paxaros
asubiando voces de mel e rosa.
O ceo está sorrindo,
o sol esperta a madrugada.

















I
Andante Cantabile


Se asombran los abrazos y las vicisitudes,
se rompen los enigmas de tantos corazones,
las quimeras se vuelven feroces realidades
y los labios se estrellan en besos infinitos.

Bajo el volcán de dicha de vuestro compromiso
se altera el pulso, choca, se aflojan las cadenas,
los nudos se hacen fuertes como el sonar del trueno
y el tiempo se eterniza en un solo momento.

Las caricias estallan en un vuelo de pájaros.
La risa está teñida con la luz de las lágrimas.
Vuelven a la mirada imágenes antiguas
y los ojos se empapan con sombra de otros párpados.

Bendecidnos a todos con un sol de ternura,
dadnos a comulgar vuestra pasión completa,
dejadnos un regalo de amor incontestable,
como una tempestad de cariño absoluto.















II
Allegro brillante


Cuando todos os miramos
vemos que aquello era cierto.
Que el sol estaba en vosotros,
y que el amor era esto.

Rita y Miguel se nos casan
y se ha detenido el tiempo,
como si en sólo un minuto
cupieran siglos enteros.

Bajo la luz de la alcoba
los abrazos inconcretos
se vuelven llagas y lunas
en una danza de sueños.

Tantas palomas emprenden
sus atormentados vuelos
que el aire se ha condensado
en una nieve de incienso.

Entre sábanas de azúcar
se han de cobijar los cuerpos.
Ningún temor os asalta
y el miedo ya es caramelo.

Los arcángeles bendicen
alborozos y deseos
y los convidados brindan
con licor de vuestros besos.





III
Scherzo. Soneto


Miguel es mar y Rita su afluente.
Lleva arroyos de miel y de tormenta,
olas de libertad, hojas de menta
y crecidas de paz contra corriente.

Los ojos, de crepúsculo infrecuente,
albergan una luz que representa
la razón pertinaz que se acrecienta
conforme va inundando su vertiente.

Las mareas mecidas por su luna
tienen crestas de soles infinitos
que salpican de espliego su avenida.

Aguas de todas partes y ninguna,
peces de plata bellos y benditos:
el canto permanente de la vida.

















IV
Finale


Rita y Miguel se han convertido en uno.
Dichosos los llamados a esta fiesta.
Benditos los que vienen
en el nombre infinito del cariño y del alma.
Yo conjuro al destino,
amonesto a la vida,
y apelo a la alegría.
Que vuestro amor sea recordado siempre.
Que esto que hoy nos reúne a vuestro lado
sea duradero y fuerte,
hasta el principio mismo
de la nunca abarcable eternidad.





Puertollano, primero de julio –
Madrid, 29 de julio de 2011.



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